“El pasado es un país extraño”, dice el jurista e historiador Bartolomé Clavero. “Un lugar inexistente al que a veces se invoca su retorno”. El 2 de enero de 1492, el rey Boabdil entrega las llaves de la Alhambra, como símbolo de Granada, a los Reyes Católicos. Han pasado más de 530 años de aquel momento histórico. La Fiesta de la Toma se sigue celebrando, ininterrumpidamente, cada 2 de enero.
Territorio y Estado evolucionan alrededor de un rígido ritual cívico-religioso que, sin embargo, esconde la batalla por el relato. La Toma es ese no-lugar que revive año a año esquivando el paso del tiempo.
“El pasado es un país extraño”, dice el jurista e historiador Bartolomé Clavero. “Un lugar inexistente al que a veces se invoca su retorno”. El 2 de enero de 1492, el rey Boabdil entrega las llaves de la Alhambra, como símbolo de Granada, a los Reyes Católicos. Han pasado más de 530 años de aquel momento histórico. La Fiesta de la Toma se sigue celebrando, ininterrumpidamente, cada 2 de enero.
Territorio y Estado evolucionan alrededor de un rígido ritual cívico-religioso que, sin embargo, esconde la batalla por el relato. La Toma es ese no-lugar que revive año a año esquivando el paso del tiempo.